El Terremoto de 1960, en Fresia.

Fragmento del libro "Historia de la Comuna de Fresia. Sus orígenes y sus identidades culturales" del historiador Pablo Fábregas.
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El terremoto de 1960 y las nuevas poblaciones, (pg. 177).

De todos los numerosos terremotos que ha experimentado nuestro país, por estar ubicado en el lugar de subducción (choque) de la placa de Nazca con la placa sudamericana, el más fuerte registrado hasta ahora no solo en Chile sino en el mundo fue el del 22 de mayo de 1960 a las 15:11 horas. Tuvo una intensidad de 9,5 grados en la escala de Richter y murieron al menos 2.000 personas a consecuencia del movimiento y del posterior tsunami. 

El epicentro del terremoto estuvo ubicado cerca de Valdivia y provocó en ella y en las ciudades más grandes de la zona una enorme destrucción, especialmente las que estaban cerca del mar como Valdivia y Ancud. Es difícil encontrar documentación respecto a las zonas rurales o a los pueblos, ya que fue muy difícil acceder a ellos ya que las vías de transporte estaban cortadas y, además, muchos de los medios de comunicación tuvieron grandes dificultades para seguir trabajando. 

Los testimonios de los que vivieron esa experiencia manifiestan la gran sorpresa que vivieron, pues muchos habían escuchado decir de sus mayores que si hubiera un terremoto las casas de madera iban a resistir perfectamente. Sin embargo, muchas casas e importantes construcciones de Fresia sí sufrieron graves daños, pero también coinciden todos en que no hubo que lamentar muertes exclusivamente porque era un día domingo y los edificios afectados estaban vacíos. 

Un testimonio es el de la familia Brintrup, de Amancayes: «La casa quedó colgando con el terremoto de 1960, el galpón cayó también, murieron los animales. Se movía como una echona16 el puente sobre el Llico». Otro testimonio rural, del sector de Línea sin Nombre, dice: «Para el terremoto quedamos mal, se cayó nuestra casita, la tierra se hacía olas, los animales cómo arrancaban» (María Amelia Antilef, 1924). «Con el terremoto la casa quedó chueca, la partió, la casa era de mi papá, tiene que ser de 1945» (Sra. Gallardo, Tegualda). Así como ocurrió en La Pasada y Quenuir, al norte de Maullín, donde el principal daño y muerte fue por el terremoto, el sector de Llico Bajo, que pertenecía a la familia Schwerter, pudo transformarse en una catástrofe. Uno de sus más antiguos habitantes, Oscar Segundo Illanes Loayza (1925) nos relata su experiencia:

En 1952 fuimos a Llico, nuestro hijo Bernardo tenía 16 días, nos fuimos contentos, nos querían mucho los patrones. Para el terremoto teníamos una pensionista profesora, casi le botó la casa; la profesora nos dijo que arrancáramos, por la salida del mar, pero mi señora no quería. Estábamos subiendo el cerrito y la casa se la llevó completita el mar. Se habrá llevado unas cuatro casas: Muñoz, Alvarado, la Escuela también, del Club de Pesca y Caza, y la mía, de los patrones. Amanecimos en los cerros, un vecino vio pasar mi casa por el río y se fue abajo en bote. Pensaron que habían muerto todos. Yo estaba a cinco kilómetros para arriba cuidando animales y los Muñoces, que entendían de bote, me pasaron a buscar y bajé a ver la casa, pero a mi señora y a nosotros nos pilló la última ola. Nos manejó el mar y nos tiró arriba a una explanada, ahí amanecimos. Íbamos tres. El río bajó mucho. No murió nadie, estábamos contentos. Los patrones mismos nos dijeron que para mientras estuviera donde mi papá. Yo tenía un bote de 10 metros, así que estuve recogiendo la madera botada de las casas y construimos tres mediaguas.

Hay que recalcar que, posteriormente, en la desembocadura del río Llico se construyeron casas exactamente en el mismo lugar donde el mar se llevó todo, incluso el terreno en donde estaba la primera escuela. «Después construimos las casas en los sectores más altos, pero ahora otra vez construyeron en el mismo lugar; ahora hay cabañas donde pasó el mar» (Oscar Segundo Illanes Loayza, 1925). 

En la ciudad de Fresia la situación fue más compleja: «Con el terremoto la gente tenía que dormir afuera, algunas casas se cayeron y otras se quemaron» (Arístides Hernández Gómez, 1923). 

Roswitha Rehbein: «La casa donde vivíamos era de un cuñado de mi mamá, se cayó con el terremoto y ahora está la Copec construida [ahí]. Llegó mucha gente de afuera». Los comerciantes como Carlos Hitschfeld también se vieron afectados:

Para el terremoto todo se cayó, las cortinas metálicas todas dobladas, felizmente no hubo muertos. El molino eran dos edificios grandes de tres pisos y medio, abajo estaban las oficinas; del segundo piso para arriba estaba lleno de trigo y el techo cedió en los dos edificios. La tierra hacía olitas, no se podía estar de pie.

Incluso la casa de Juan Schwerter, una de las más antiguas de Fresia, tuvo serios daños: «La casa fue necesario bajarla, por el terremoto se cayó la parte de arriba» (Berta Schwerter Niklitschek). El efecto más grave del terremoto de 1960 fue la destrucción del Molino de Fresia. Uno de sus trabajadores, Arnoldo Barría Aburto (1918), dice: «Para el terremoto se cayeron las bodegas, nos salvamos porque era domingo. Estaban llenas las bodegas con más de 20 mil quintales de trigo. En ese tiempo, el gimnasio municipal estaba techado y tinglado, así que ahí trasladaron el trigo, se llenó hasta arriba».

Otra grave consecuencia fue la caída de la iglesia de Fresia, cuya construcción estaba bastante avanzada; ello atrasó en algunos años sa finalización. Pero no había personas trabajando en ella el día del terremoto, pues era domingo.

Para el terremoto estábamos al frente celebrando Santa Rita, una hermana mía. Mi mamá se cayó sentada y se rompió unas costillas (Familia Rehbein).

Francisco Ojeda, funcionario del Hospital de Fresia, nos relató con detalles el ambiente de incertidumbre que se vivió:

Con el terremoto vimos caer el cañón de la lechera. Después pasó un vehículo de Carabineros voceando en parlantes que la gente se reúna en la plaza, dando  instrucciones. Yo me fui para el Hospital a trabajar. Era un caos: primero un estanque, al centro del edificio, cedió y rompió todo y mojó todo, pero nadie murió. Había un hospitalizado, Osvaldo Serón; la auxiliar de enfermería Marta Said lo sacó por la ventana a pesar de que era chiquitita, enfermo y todo. No hubo heridos graves, solo contusos.

 Cuando llegó la noche nadie quería arriesgarse a volver a sus viviendas que se habían remecido tanto:

En la noche nadie quiso dormir en sus casas por las réplicas. Cuando llegué a mi casa no había nadie. Cosimos muchos sacos y con eso hicimos una carpa para las mujeres, en el patio. Pasaron varias semanas allí, tuvimos que trabajar levantando los cercos que se habían caído. Los viejos trasladaron un barril de 120 litros a la plaza, tomaron los cercos que se habían caído e hicieron una gran fogata; allí no había nada como ahora, solo un poco de cemento por los lados. (Francisco Ojeda)

 Francisco Ojeda nos comenta la respuesta de la población y las autoridades:

El alcalde dijo que estemos tranquilos porque teníamos la lechera y las papas, los funcionarios públicos tenían orden de no abandonar el pueblo. Nos detuvieron en la Tenencia, en un camión, porque queríamos ver cómo estaba la familia en Puerto Montt. 

Uno llegaba aquí y quedaba aislado, el tren pasaba a las tres de la tarde por Fresia para ir a Puerto Montt, pero llegábamos allá como a las 12 de la noche. De Puerto Montt, el domingo salíamos a las cuatro de la tarde y llegábamos a las nueve de la noche. 

Tomamos el camino Colegual, pero se habían caído todos los puentes para el terremoto. Mi papá vino de Puerto Montt y demoró dos días en eso.

Armando Oyarzo señala que los caminos estuvieron mucho tiempo cortados. Humberto Gallardo Burr era el alcalde en la época del terremoto. Recuerda: «Mi padre nos decía que era muy difícil que haya un terremoto en el sur de Chile… pero se equivocó»:

El 22 de mayo de 1960 a las tres de la tarde más o menos, mi hija mayor tenía que irse a Osorno porque allá estudiaba, recuerdo que estábamos con mi señora en la oficina del jefe apoyados en una chimenea que tenía aquella oficina cuando llegó el terremoto y alguien me dijo: «don Humberto se le va a caer la chimenea encima»… y se nos cayó la campana, a mí un clavo me pasó a romper la cabeza y a mi señora le pegó en la espalda, a mí me corría la sangre y la gente se asustaba… Entonces comenzó un trabajo de todo el pueblo, en el hospital se había caído un estanque con 30.000 litros de agua que inundó todos los pasillos, se evacuó a la gente, había ocho camas con enfermos y con el teniente de Carabineros Luis Musante, transportamos los enfermos hacia mi garaje hasta que sus familiares del campo los vinieran a buscar, estuvieron alrededor de 4 días. Así se fue organizando la gente y se buscaron como 50 muchachos para la fuerza civil, entre ellos el Sr. Carlos Hitschfeld, Carlos Salazar entre los que me acuerdo…no se perdió ni una gallina, llamamos a los obreros a inscribirse en la Municipalidad, se juntaron muchos obreros y aunque no les podíamos pagar, todos iban a trabajar. Entre tanto el molino que se había venido abajo con 23.000 quintales de trigo, los de la ECA [Empresa de Comercio Agrícola] reclamaban desde Santiago que cuándo les íbamos a mandar el trigo, entonces vimos la posibilidad de rescatar lo que había quedado para enviárselos y pusimos al Sr. Juan Schambá, un francés acostumbrado a mandar y que trabajaba en Simsa, a cargo de los hombres que debían levantar el techo del molino, si no podían 50 hombres, mandaba a otros 50 a seguir el trabajo, era un verdadero espectáculo ver a esa gente a punta de puro «ñeque» levantar esa enorme techumbre para rescatar el trigo. Solo se perdieron como 20 ó 23 quintales de trigo de los 23.000 que allí había, fue algo extraordinario. En ese tiempo dictamos un Decreto Municipal por el que a los agricultores les podíamos pedir sus tractores u otras herramientas para levantar y ayudar a la gente afectada. Si necesitábamos colosos o algún material que nos pueda ayudar, debían facilitarlo sin ningún problema y si no querían, lo llevábamos, por eso nos pusieron: ‘Fresia, Comuna Independiente del Chile’, porque hicimos muchas cosas a nuestra ley y de esa forma Fresia salió adelante. Fue una labor muy bonita ya que todo el mundo cooperó para llevarla a cabo (Humberto Gallardo Burr, citado por Francisca del Pilar Lobos Alvarado, 2002).

Una de las más importantes consecuencias sociales del terremoto de 1960 fue la creación de las llamadas «Aldeas Campesinas», financiadas por distintos estados de EE.UU. Ello ocurrió en Los Muermos, Purranque, etc. En la práctica se trató de poblaciones nuevas que fortalecieron el proceso de migración del campo a la ciudad, que ya estaba ocurriendo. De acuerdo a los censos de 1960 y 1970, con las nuevas poblaciones prácticamente se duplicó la población de Fresia. Al igual que en Puerto Montt, que comenzó a crecer con más fuerza aún, la inversión nacional y extranjera, en la reconstrucción, permitió generar muchos empleos, no solo en la construcción de casas. «Población Maine y Fresia fueron las que dio EEUU por el terremoto; eso dio harta pega para los mueblistas» (Armando Oyarzo). Era enorme la demanda de maestros para construir casas:

Aquí había una frase que decía «maestro terremoteado», para referirse a los que aprovecharon el terremoto para iniciarse, yo venía de antes. Yo tuve casa en la Maine, se construyeron unas 50 casas. Había puro campo en esos años, con la Maine creció mucho.

 En la ciudad de Fresia esa población se llamó Maine, en honor al estado norteamericano que la financió. Pero hay que aclarar que, antes que se le vantara, las autoridades crearon una sencilla población de emergencia con mediaguas, en el sector colindante con el estadio y el gimnasio, que se estaba construyendo justo en ese tiempo. El primer presidente de la Junta de Vecinos de Maine, Francisco Ojeda, recuerda:

Yo recibí la población de los gringos, como era el primer presidente de la Junta de Vecinos; se constituyó tan pronto como supimos que íbamos a recibir las casas; las asistentes sociales nos seleccionaron. Se construyeron 72 casas. Yo di el discurso de ese día con el embajador norteamericano, el helicóptero venía de otros lados en donde también se habían inaugurado poblaciones en otras ciudades. Hubo fiesta. Los habitantes de Maine dieron dinero para esta población. Surgieron como poblaciones campesinas, rurales, pero sacaron gente de los campos y se establecieron acá. El 8 de diciembre de 1962 se inauguró. Pero al poco tiempo no sabían qué estaban haciendo aquí, dejaron sus mujeres y fueron a buscar trabajo afuera. Éramos toda gente joven. No venían pobres porque traían sus cosas del campo, pero ¿cuánto les duraba? Eran 36 metros cuadrados, cuatro piezas de 3 x 3 

Con el terremoto se habilitó el Grupo Escolar en un costado del Liceo actual, que ya se estaba construyendo, pero se apuró ese trabajo y se demolió la escuela anterior (Teovalda Erica Vera González, 1929). 

El terremoto de 1960 también tuvo consecuencias políticas. De hecho, es probable que haya sido la raíz de la primera manifestación pública que hayan vivido los habitantes de la ciudad de Fresia. Se originó en que como llegó mucha ayuda de afuera, uno de los elementos más disputados fue la ropa, pues la mayoría de las personas, especialmente los numerosos nuevos vecinos, no tenían oportunidad, por sus ingresos y por sus trabajos, de salir a comprar ropa a otras ciudades; sobre todo, mucha de la ropa que llegó como ayuda era norteamericana, realmente novedosa y de calidad. Se comenzó a rumorear que las autoridades políticas encargadas de distribuir lo que se iba recepcionando, estaban quedándose con lo mejor, por lo que se reunió una multitud en la plaza, para protestar frente a la Municipalidad. «Con el terremoto de 1960 hubo desorden, porque se acusó de que se habían quedado los regidores y el alcalde con cosas regaladas de EEUU; se reunió gente en la plaza» (Luis Rehbein) 

También muchos vecinos coinciden en la percepción de que el clima comenzó a cambiar. «Después del terremoto hubo demasiada lluvia, ahora no alcanza a madurar, ya no hay tanto trigo, en el verano no llovía» (Pastor Eleodoro Lolo Segundo Navarrete Bello, 1934).

 Fragmento del libro "Historia de la Comuna de Fresia. Sus orígenes y sus identidades culturales" del historiador Pablo Fábregas, página 177.

Imagen de referencia, no pertenece a la Comuna de Fresia.

 Cultura en Fresia 
Jorge Hernández Altamirano
Editor

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